El valor de una medalla no se mide solo en oro

Por Daniel Trivelli, cofundador Copa Cervezas de América.


A veces me preguntan si vale la pena competir. Si realmente cambia algo ganar una medalla. Si no es solo un símbolo, una chapa más para poner en la repisa. Siempre que escucho esa pregunta, respiro hondo. Porque hay muchas formas de responder, pero ninguna es neutral, y como fundador de Copa Cervezas de América, tengo una mirada, y también un interés.

Una medalla en Copa Cervezas de América no es solo una pieza brillante. Es la confirmación de que una cerveza tiene algo que decir, y que lo dice con fuerza. Es un reconocimiento dado por un panel independiente, diverso, experimentado y ciego—literal y metafóricamente. Porque nuestros jueces no saben a quién evalúan. Solo tienen frente a sí una cerveza recién servida y su código identificador. Y si esa cerveza brilla, lo hace por su propio mérito.

He visto transformaciones. Muchas. Cervecerías que vivían golpeando puertas para que probaran su cerveza, y que tras ganar una medalla, vieron cómo esas puertas se abrían solas. No es magia. Es validación. Una tarjeta de presentación que dice: “esto es bueno, y no lo digo yo, lo dice un jurado internacional”.

Recuerdo a una cervecería de la Región de Los Ríos, sin ser de gran tamaño, hacían todo con mucho cuidado. Después de ganar, comenzaron a llamarlos de todas partes. Tuvieron que aprender a decir que no, a administrar el éxito. Porque ese es otro punto: el éxito se debe administrar. Hay que celebrar, sí. Pero después de la celebración viene la templanza.

Y del otro lado están quienes no reciben una medalla. Que se llevan una retroalimentación detallada, una mirada técnica, respetuosa y útil. Para muchos, eso también es oro. Porque no hay evolución sin contraste. La retroalimentación de los jueces es un mapa para mejorar.

En la Copa, la evaluación no es al azar. Es rigurosa, técnica y generosa. En la primera ronda, cada cerveza es juzgada dentro de su estilo. No compite con otras, compite consigo misma. Y si lo hace bien, entra a la ronda final. Ahí, la comparación directa afina la decisión. Al menos seis jueces han probado y debatido cada cerveza premiada. Eso da peso. Eso da sentido.

Ganar una medalla puede aumentar la demanda, mejorar el precio, fortalecer la marca. Pero más allá de eso, genera algo íntimo: orgullo. Orgullo del bueno. De ese que deja los ojos vidriosos, el corazón acelerado y la garganta apretada cuando alguien dice en voz alta el nombre de tu cervecería, y todo el equipo se mira sabiendo que lo lograron juntos. Porque no se premia a una persona. Se premia un oficio. Un camino. Una pasión compartida.

Si estás dudando en participar, piensa qué necesitas. ¿Visibilidad? ¿Validación? ¿Feedback técnico? ¿Todas? Puede ser que este sea tu lugar, un espacio justo que construimos desde la colaboración, un escenario que intenta iluminar lo mejor del continente. Sin importar tamaño, origen o trayectoria. Solo importa lo que hay en esa copa.

La Copa puede ayudar a que se vean las buenas cervezas. Y eso, en este mundo saturado de ruido, es un acto de justicia.